martes, 2 de febrero de 2010

Caricaturas ambientalistas


¿Qué es desarrollo sostenible?

El desarrollo sostenible puede ser definido como "un desarrollo que satisfaga las necesidades del presente sin poner en peligro la capacidad de las generaciones futuras para atender sus propias necesidades". Esta definición fue empleada por primera vez en 1987 en la Comisión Mundial del Medio Ambiente de la ONU, creada en 1983. A partir de los sesenta se empezaron a concertar acuerdos y diversos instrumentos jurídicos para evitar la contaminación marina y en los setenta se redoblaron esfuerzos para ampliar la lucha contra la contaminación en otros ámbitos. Asimismo, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano de Estocolmo, 1972 se incorporó a los temas de trabajo de la comunidad internacional la relación entre el desarrollo económico y la degradación ambiental. Tras la conferencia fue creado el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) que hata el día de hoy sigue siendo el prinicpal organismo mundial en la materia. Desde 1973 se han creado nuevos mecanismos y se han buscado medidas concretas y nuevos conocimientos para solucionar los problemasambientales mundiales


Desertificación

La desertificación es la degradación de las tierras áridas, semiáridas y zonas subhúmedas secas. Causado principalmente por variaciones climáticas Y actividades humanas tales como el cultivo y el pastoreo excesivo, la deforestación y la falta de riego. La desertificación no se refiere a la expansión de los desiertos existentes. Sucede porque los ecosistemas de las tierras áridas, que cubren una tercera parte del total de la tierra, es extremadamente vulnerable a la sobreexplotación y a un uso inapropiado de la tierra. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la desertificación amenaza a la cuarta parte del planeta, afecta directamente a más de 250 millones de personas y pone en peligro los medios de vida de más de 1 000 millones de habitantes de más de 100 países al reducir la productividad de las tierras destinadas a la agricultura y la ganadería. Estas personas incluyen muchas de los países más pobres, los más marginados y los ciudadanos políticamente más débiles. Aunque la desertificación puede ser provocada por las sequías, en general su causa principal es la actividad humana: el cultivo y el pastoreo excesivos, la deforestación y la falta de riego.

Etica ambiental

Para la mayoría de los ambientalistas el factor clave en el desarrollo sostenible es la protección del medio ambiente. Para el común de la gente que no ha leído el Informe Brundtland pero ha escuchado sobre él, el desarrollo sostenible es la preservación del medio ambiente. El Informe Brundtland, dentro de su teoría de un futuro común, plantea dos metas: una es intensificar el crecimiento para satisfacer las necesidades de los pobres del mundo y la otra es evitar la degradación ambiental. Desde el punto de vista de algunos analistas, éticamente estas metas no son conciliables, pues el Informe Brundtland tácitamente está planteando un crecimiento indefinido, sin referirse a unos límites naturales dentro de los cuales aparentemente debemos vivir.
Un argumento que se plantea es que para los países industrializados su desarrollo es investigación y avance tecnológico, lo cual genera riqueza, poder y comodidades, pero que lo hace a expensas de extraer el capital productivo y natural del planeta. De repeso, dicen estos analistas, los industrializados cobijan al 20% de la población mundial, mientras el otro 80% vive de una agricultura marginalmente sostenible y por ello, involuntariamente agresora de los ecosistemas frágiles en que generalmente deben asentarse. Para estos analistas éticamente hay contrasentido pues la economía globalizada como adalid del desarrollo, lo que promueve son patrones insostenibles de desarrollo. Desde su óptica de la ética ambiental, plantean que “el vínculo de la economía y la ecología, perpetúa sistemas insostenibles de desarrollo”. Sin embargo, plantean que la economía es un asunto de conducta humana cooperativa para conservar y preservar los recursos naturales, no como un recurso, sino como la matriz común de la cual vivimos como parte de la naturaleza, los seres humanos. En resumen, lo que proponen estos analistas es que el desarrollo como está concebido, conducirá a una catástrofe tanto para ricos como para pobres si no aprendemos a vivir dentro de los límites establecidos por la misma naturaleza.

¿Quién debe cuidar del Planeta?

Leonardo Boff

Un teólogo famoso, en su mejor libro, Introducción al Cristianismo, amplió la conocida metáfora del fin del mundo formulada por el danés Sören Kirkegaard, que ya hemos referido en esta columna. Recontaba así la historia: en un circo ambulante, instalado a las afueras del pueblo, se declaró un grave incendio. El director llamó al payaso que estaba listo para entrar en escena y le dijo que fuese al pueblo a pedir socorro. Salió inmediatamente Gritaba por la plaza central y por las calles, pidiendo al pueblo que fuesen a ayudar a apagar el incendio. Todos lo encontraban divertido, pues pensaban que era un truco de propaganda para atraer al público. Cuanto más gritaba, más reían todos. Entonces el payaso se puso a llorar y todos reían más todavía. Y el fuego se extendió por el campo, llegó al pueblo y tanto el pueblo como el circo se quemaron totalmente.

Ese teólogo era Joseph Ratzinger. Hoy es papa y ya no produce teología sino doctrinas oficiales. Su metáfora, sin embargo, se puede aplicar muy bien a la situación actual de la humanidad, que dirige sus ojos al país de Kirkegaard y a su capital Copenhague. Los 192 representantes de los pueblos deben decidir las formas de controlar el fuego amenazador. Pero la conciencia del peligro no está a la altura de la amenaza de incendio generalizado. El calor creciente se hace sentir y la mayoría sigue indiferente, como en los tiempos de Noé, que es el «payaso» bíblico que alertaba del diluvio inminente. Todos se divertían, comían y bebían como si nada pudiera pasar. Y sobrevino la catástrofe. Pero entre Noé y nosotros hay una diferencia. Él construyó un arca que salvó a muchos. Nosotros no estamos dispuestos a construir ningún arca que nos salve a nosotros y a la naturaleza. Eso sólo es posible si disminuimos considerablemente las sustancias que alimentan el calentamiento. Si éste sube de dos a tres grados centígrados podrá devastar toda la naturaleza y, eventualmente, eliminar a millones de personas. El consenso es difícil y las metas de emisión insuficientes. Preferimos engañarnos cubriendo el cuerpo de la Madre Tierra con un esparadrapo haciéndonos la ilusión de que estamos curando sus heridas.

Existe además un agravante: no hay un gobierno mundial para actuar de forma planetaria. Predominan los estados-naciones, con sus proyectos particulares, que no piensan en el conjunto. Absurdamente dividimos ese todo de forma arbitraria, por continentes, regiones, culturas y etnias. Sabemos hoy que estas diferenciaciones no tienen ninguna base. La investigación científica ha dejado claro que todos tenemos un origen común, puesto que todos venimos de África. Consecuentemente, todos somos coproprietarios de la única Casa Común y somos corresponsables de su salud. La Tierra nos pertenece a todos. Nosotros la tenemos en préstamo de las generaciones futuras y nos ha sido entregada con confianza para que cuidemos de ella. Si miramos lo que estamos haciendo, debemos reconocer que la estamos traicionando. Amamos más el lucro que la vida, estamos más empeñados en salvar el sistema económico-financiero que a la humanidad y la Tierra.

A los humanos como un todo se aplican las palabras de Einstein: «solamente hay dos infinitos: el universo y la estupidez. Y no estoy seguro del primero». Sí, vivimos en una cultura de la estupidez y de la insensatez. ¿No es estúpido y insano que 500 millones de seres humanos sean responsables del 50% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero, y que 3.400 millones respondan solamente por el 7% y sean las principales víctimas inocentes? Es importante decir que el calentamiento más que una crisis configura una irreversibilidad. La Tierra ya se ha calentado. Sólo nos queda disminuir sus niveles, adaptarnos a la nueva situación y mitigar sus efectos perversos para que no sean catastróficos. Tenemos que hacer fuerza para que en Copenhague entre el 7 y el 18 de diciembre no prevalezca la estupidez, sino el cuidado por nuestro destino común.